Cuando las circunstancias se vuelven desafiantes o incómodas, nuestra reacción instintiva es sentir temor. Este miedo es parte de nuestra naturaleza. Históricamente, nos ha ayudado a sobrevivir al señalar peligros o amenazas. Sin embargo, el problema radica en que, si nos habituamos a huir ante el menor indicio de dificultad o a abandonar tareas cuando se complican, corremos el riesgo de convertirnos en personas que temen enfrentar cualquier desafío, y en resumen, nos volvemos ineficaces.

¿Qué utilidad tiene en la sociedad un individuo que no puede superar obstáculos o enfrentar las dificultades que la vida presenta? Un individuo así no aporta nada, más bien se convierte en una carga tanto para sus seres queridos como para la sociedad en general. No es un activo para nadie.

La vida, sin lugar a dudas, es un camino difícil. Lo ha sido en el pasado y seguirá siéndolo en el futuro. A pesar de nuestros intentos por evitar las dificultades, estas siempre nos alcanzarán; nadie está exento de ellas.

Dos Tipos de Hombre

Podemos dividir a la humanidad en dos grupos: aquellos que viven con miedo y huyen de los retos, y aquellos que enfrentan los desafíos, aumentando su autoconfianza con cada obstáculo que superan. Estos últimos individuos no siempre salen victoriosos. Hay momentos en que el desafío supera nuestras capacidades y ocasiones en que la situación carece de remedio. No obstante, incluso en la derrota, estos individuos pueden sentir la satisfacción de haberlo intentado y de haber dado lo mejor de sí.

Existe un dicho que afirma que se aprende más de la derrota que de la victoria. Si esta afirmación es cierta o no, es discutible, pero es un hecho que se pueden extraer valiosas lecciones de la derrota. Cuando te enfrentas a situaciones difíciles, te conoces mejor. Descubres tus fortalezas y debilidades. Sin importar si ganas o pierdes, obtienes un mayor autoconocimiento y un mejor entendimiento de tus habilidades. Lo más importante es que, independientemente del resultado, sigues en pie y tienes la oportunidad de intentarlo nuevamente o, en su defecto, explorar otras posibilidades.

Conclusión

Somos criaturas de hábitos. De la misma forma en que nos acostumbramos a huir, podemos desarrollar el hábito de enfrentar desafíos. La cuestión clave es: ¿Qué tipo de persona deseas ser? ¿Prefieres ser alguien que huye y nunca descubre su verdadero potencial, o alguien que aborda las dificultades con confianza en sus habilidades y vive con determinación? La elección está en tus manos.